¡Qué curiosa y complicada es la pubertad! Todo son nuevas experiencias: sufres los primeros amores, te pillas las primeras cogorzas y tus amigos son lo más importante del mundo… Pero todo el grupo se acaba por romper. ¿Y por qué? Porque te pica el gusanillo de la música y quieres montar un grupo. Y es que montar un grupo de música es como Papá Noel cuando ya eres mayor: no te trae nada bueno.
Nada más surgir la idea, tienes la primera discusión: ¿cómo se llamará el grupo? Aquí, cada uno tiene sus ideas. Hay dos caminos a seguir: unos prefieren nombres contundentes , con cierto tono satánico, como “Tropezones del infierno” o “Los pezones de Satán”; y a los otros les da por ponerse nombres transcendentales, y quieren un nombre como “Los Campos Elíseos” o “La sonrisa de la Mona Lisa”. Al final, se elige un nombre a medio camino que no convence a nadie, y el grupo se queda con un nombre ridículo como “Los pezones de la Mona Lisa”
La siguiente bronca viene a la hora de decidir qué instrumento va a tocar cada uno. Porque, claro, todos quieren ser el cantante, que es el que más liga… Y nadie quiere ser el batería, porque para convencer a tu madre de que tienes que meter ese muerto en casa hay que echarle valor. Al final, el cantante acaba siendo el que tenga mejor vejiga, para poder mearle al público en los conciertos.
Encontrar un sitio para ensayar es como el cubo de rubik: superdifícil. Tenéis las hueveras y los pósters de vuestro grupo favorito listos para forrar el local, pero hasta que lo encuentras, se pasa un calvario. Como a estas edades no tienes ni un euro, la única solución es un sótano o un garaje húmedo que es tan pequeño que tenéis que respirar por turnos.
Y cuando al final lo consigues, para lo que más se usa es … para “jincar”. Eso los que ligan, porque si te pilla dando el estirón y eres más feo que la picha de Alex Ubago…
Una vez montado el grupo, llega el famoso temita de grabar una maqueta casera. Grabar una maqueta parece una gran idea, pero lo único que consigue es desanimar al más optimista. Y es que mientras tocas todo parece que suena fenomenal y los temas salen como churros uno detrás de otro, pero cuando la escuchas en frio, aquello parecen las psicofonías del Palacio de Linares.
Como quieres triunfar, tienes que destacar sobre el resto haciendo algo raro , pero como todo está inventado te desesperas, hasta que dices “Me voy a disfrazar de algo que llame la atención”. Claro que ¡cualquiera compite con María Jiménez y su disfraz de pavo.
Y si teníais poco con los problemas que surgen en el grupo, aparece un oscuro personaje que será crucial para la escisión de la banda: la novia del cantante. Y es que mira que es mala la jodía. Su único fin es hacerse hueco en la banda, para ello, lo que hace es comerle la cabeza al cantante: “Pero, cariño, tu eres el único que vale. Éstos son unos chiflados que quieren aprovecharse de tu talento. La canción esa de “la brisa que me arrechucha tus bragas” la compusiste tú enterita”
Y ése es el final de tu adorado grupo.
Motos, Pablo. (2003). No somos nadie. Madrid: Punto de lectura, S.L.
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